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¿Qué información nos proporcionan los glaciares sobre los cambios climáticos pasados?

Un glaciar es una gruesa masa de hielo originada por acumulación, compactación y recristalización de la nieve. Los glaciares se forman cuando la precipitación anual de nieve supera a la fusión en verano, por lo cual se encuentran en zonas frías cercanas a los polos o en regiones montañosas elevadas. En el Pirineo permanecen los últimos glaciares del sur de Europa (Foto 1). Los glaciares son elementos de la criosfera (“kryos” es hielo en griego) que tienen un gran dinamismo en respuesta a las condiciones climáticas y, por tanto, son excelentes archivos de cómo ha cambiado el clima en el pasado y cómo está cambiando actualmente. Decimos que son centinelas del cambio climático. 

La información que los glaciares nos proporcionan sobre el cambio climático pasado está tanto en su interior, por ejemplo, en la composición isotópica del hielo o en la presencia de gases o impurezas, como en el exterior, es decir en los depósitos de rocas y formas del paisaje que dejan a su paso. Y esa información puede contar la historia de nuestro clima más reciente o incluso remontarse a cientos de miles de años atrás. 

Glaciar de Monte Perdido en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido con el lago de Marboré en primer plano. En primer plano aparecen miembros del Instituto Pirenaico de Ecología – CSIC estudiando la temperatura de la columna de agua de este lago. Hace unos 13.000 años el lago de Marboré funcionaba como lago proglaciar, conectado a un pequeño glaciar lateral, llamado Glaciar del Lago o Glaciar del Astazu, del que hoy no quedan restos. Foto de Agosto 2011, fondo documental del IPE-CSIC.

La composición del hielo y los gases de efecto invernadero  

Sin duda, la aportación mayor que ha hecho el hielo glaciar al conocimiento sobre el clima se encuentra en los numerosos estudios realizados en los casquetes polares. Los sondeos de hielo obtenidos en la Antártida gracias al trabajo de grandes consorcios científicos internacionales han permitido indagar en el clima de la Tierra de los últimos 800.000 años, proporcionando información de detalle de ocho glaciaciones, tanto de los cambios de temperatura como de la composición de la atmósfera (Foto 2).

Debido a que el hielo alberga aire atrapado en su estructura, se ha podido medir con gran precisión la variación en las concentraciones de determinados gases de efecto invernadero, como son el dióxido de carbono o el metano, que formaron parte de la atmósfera en tiempos pasados. Estos gases alcanzan valores mínimos durante los periodos fríos glaciares y máximos durante los periodos interglaciares, es decir, que su aumento va paralelo a los cambios de temperatura global del planeta. Los datos obtenidos en la Antártida son tan relevantes que condujeron a los autores del estudio a conseguir el prestigioso premio “Fronteras del Conocimiento del BBVA” de 2023. 

Sondeo de hielo que proviene de la perforación WAIS Divide (West Antarctic Ice Sheet Divide – Casquete polar de la Antártida Occidental). La banda oscura que se observa en la imagen es una capa de ceniza de origen volcánico de aproximadamente 21.000 años de antigüedad. Crédito: Heidi Roop, National Science Foundation.

Es significativo constatar a partir de los datos del hielo antárctico que la magnitud de los gases de efecto invernadero que tenemos hoy en día es mucho mayor que la de cualquier periodo interglaciar anterior. Pero no solo la magnitud es importante. Los datos del pasado reflejan que la composición de la atmósfera está cambiando doscientas veces más rápido hoy que durante cualquier otro evento de cambio climático de los últimos 800.000 años. 

Las morrenas y las glaciaciones en las montañas ibéricas

Además de los casquetes polares, cuando estudiamos el clima del pasado son fundamentales los glaciares de montaña. Estos glaciares se mueven como ríos de hielo, erosionando rocas y transportándolas valle abajo, incluso a lo largo de varios kilómetros, hasta que las sedimentan formando depósitos muy característicos, como las morrenas o los bloques erráticos. La datación de esas morrenas o de esos grandes bloques abandonados cuando el glaciar retrocedió nos informa de la evolución pasada de estas masas de hielo (Foto 3). En nuestro país, el paisaje de las montañas más elevadas, como Sierra Nevada o el Pirineo, ha sido intensamente modelado tanto por las glaciaciones cuaternarias como por los procesos periglaciares postglaciares imperantes durante los periodos interglaciares. Así sabemos que la última gran extensión de los hielos tuvo lugar hace unos 60.000 años y que a partir de ahí la deglaciación ocurrió en varias fases, unas más rápidas que otras. Durante periodos fríos de menor duración también se detectan pequeños avances de los glaciares de montaña (ej. hace 20.000 o hace 12.500 años). 

El último avance glaciar en nuestras montañas ocurrió durante la Pequeña Edad del Hielo, el último periodo frío que abarcó desde el siglo XIV hasta mediados del siglo XIX. De ese evento tenemos múltiples referencias tanto en fotografías como en esquemas o dibujos de los primeros naturalistas que empezaban a describir los procesos de la alta montaña. A partir de ahí, los glaciares ibéricos comienzan su retroceso, acelerado en las últimas décadas como consecuencia del calentamiento global, hasta casi desaparecer en la actualidad. 

Bloque errático de composición granítica dejado por el glaciar del Ésera a su paso por la Cabaña de Pllan d’Están. Este tipo de grandes bloques fueron transportados por glaciares y luego quedan expuestos en el paisaje cuando el hielo retrocede marcando anteriores posiciones del glaciar. Mediante técnicas de datación basadas en isótopos cosmogénicos se puede obtener la edad (este bloque se depositó hace 13.000 años). Foto de Daniel Romero (https://deromero.studio/)

Lagos proglaciares y la información climática que guardan

La excavación que realiza un glaciar en el terreno cuando se mueve provoca cubetas que normalmente se rellenan de agua procedente de la fusión del hielo cuando el glaciar retrocede. En muchos casos se llega a formar un lago proglaciar, es decir, un lago al lado del frente glaciar y alimentado por el agua de fusión. Con el paso del tiempo, se van generando sedimentos en la cuenca que acaban acumulándose en el lago y produciendo una secuencia ordenada en el tiempo. El estudio de esas secuencias sedimentarias proporciona información de cómo era el clima cuando se acumulaban esos sedimentos. Así, se investiga para conocer las variaciones en el clima tanto la composición de esos sedimentos (por ejemplo, su contenido mineral o la cantidad de materia orgánica), como su contenido en flora y microfauna o la edad de su depósito. 

Lago Innominato formado en el frente del Glaciar del Aneto debido a la fusión acelerada del hielo. Este lago es de los más recientes del Pirineo, apareciendo hace menos de una década. A la derecha de la imagen se observa una boya amarilla instalada por investigadores del IPE-CSIC para el estudio de distintas propiedades del agua. Foto de Ixeia Vidaller, Agosto 2022.

La investigación de varias secuencias de lagos proglaciares en el Pirineo, como ejemplo, ha permitido conocer el clima del último periodo interglaciar en el que nos encontramos actualmente: el Holoceno. Este periodo comenzó hace 11.600 años y se caracteriza por tener un clima estable y relativamente cálido y húmedo. Los registros lacustres más recientes los tenemos en algunos casos asociados a los últimos glaciares del Pirineo. La rápida fusión que están experimentando glaciares como Monte Perdido en el Parque Nacional de Ordesa o el del Aneto en el valle del Ésera ha dado lugar a nuevos lagos donde el sedimento que se acumula nos seguirá contando las últimas noticias sobre cambios en nuestro clima (Foto 4). 


Ana Moreno Caballud

Doctora en Geología por la Universidad de Barcelona

Fuente

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