La prioridad de un país no es tener demasiadas leyes. Lo prioritario es que las que existan se cumplan.
Pudiéramos decir, por el contrario, que es un problema sumamente serio tener una legislación que no sea observada, ni por las autoridades ni por su población y los visitantes.
Es ahí donde se asienta la impunidad. Y la cultura del incumplimiento. Nosotros no hemos encontrado la manera de hacer conciencia de esa necesidad. Y hemos llegado al punto en que bien se puede decir que la mayoría de nuestras dificultades se desprenden de la crisis de la ley como norma fundamental de la convivencia social, política y económica.
Cada vez con mayor evidencia esa realidad se nos muestra como una verdad incuestionable. Promovemos más leyes como si nos propusiéramos ahondar nuestros problemas.
No queremos reflexionar sobre esta situación y cada ley incumplida agrava más la credibilidad del sistema.