Salud

Los antidepresivos podrían favorecer la resistencia de bacterias a antibióticos

La historia de la medicina científica presenta, en general, un crecimiento constante, acorde con el avance científico y la aparición de las nuevas tecnologías, aunque también hay momentos puntuales en los que la ciencia médica ha dado grandes saltos cualitativos, a partir de descubrimientos revolucionarios.

Entre estos grandes hitos destacan el descubrimiento de los gérmenes por Anton van Leeuwenhoek, la implantación de la higiene sanitaria por Ignaz Semmelweis, el desarrollo de las primeras vacunas por Edward Jenner, el estudio de la epidemiología y la importancia del tratamiento de las aguas de John Snow, o la teoría microbiana de la enfermedad infecciosa, planteada por Louis Pasteur y puesta a prueba por Robert Koch a través de los postulados que llevan su nombre.

Hospital de St. Mary, en Paddington, Londres, donde se encuentra el laboratorio de Alexander Fleming. —Chris Dorney / iStock

Uno de los saltos cualitativos más importantes tuvo lugar a principios del siglo XX. Cuando Alexander Fleming observaba uno de los cultivos bacterianos almacenados en su desordenado laboratorio, pudo comprobar que un hongo se había instalado en la placa, de una espora que había caído como contaminante. Lo que llamó la atención del médico escocés es que el hongo, de la especie Penicillium notatum, inhibía el crecimiento de las bacterias de Staphilococcus aureus que estaba cultivando. Acababa de redescubrir el primer antibiótico, que recibió el nombre de ‘penicilina’, por el hongo.

Y digo ‘redescrubir’ porque algunas décadas antes, y de forma independiente, el médico francés Ernest Duchesne y el investigador costarricense Clodomiro Picado habían realizado el mismo descubrimiento. Aunque ninguno llegó a acertar con el fundamento teórico de su observación y nadie les prestó atención.

Hongo creciendo en una placa de Petri. —Top Microbial Stock / iStock

La era de los antibióticos

El descubrimiento de Fleming tuvo un gran impacto en la medicina de su época. Había nacido una nueva forma de luchar contra las enfermedades bacterianas, en muchos casos letales, y para las que no existía, hasta entonces, forma de combatir más allá del alivio de los síntomas.

Los antibióticos actúan directamente sobre las células bacterianas, destruyendo ciertas partes de su maquinaria molecular. Para entrar, encajan con proteínas presentes en la pared celular o en la membrana, como una llave encaja en su cerradura.

En muy poco tiempo, los antibióticos se convirtieron prácticamente en la herramienta más útil de la práctica médica. Pero no tardó en aparecer un efecto colateral indeseado, producto del mero proceso de evolución biológica que todos los seres vivos compartimos.

Cuando un antibiótico actúa sobre una población de bacterias, suele erradicar a la totalidad de los individuos. Pero, ocasionalmente, una mutación aleatoria puede desencadenar un cambio en la conformación de alguna de esas proteínas que tienen las bacterias en su superficie; esas cerraduras que el antibiótico utiliza para penetrar en la bacteria. Si el antibiótico entra en contacto con una población que presenta una o varias bacterias mutantes resistentes, sobrevivirán al ataque, mientras que el resto, sensibles, morirán. Las supervivientes, entonces, pueden dividirse y transmitir su genética mutada a su descendencia.

La carrera del desarrollo de antibióticos va contra la evolución biológica. – Unol / iStock

Como toda población de seres vivos, cuanto mayor es la presión ambiental, mayor es la probabilidad de que se produzcan cambios evolutivos. Ese es el motivo por el cual, desde hace ya décadas, se desaconseja el abuso de los antibióticos, y se recomienda su uso solo cuando son realmente necesarios. Porque cada vez que empleamos estos productos, estamos fomentando la aparición de resistencias, y reduciendo la efectividad de estos antibióticos.
Durante el último siglo se han desarrollado nuevas generaciones de antibióticos que han permitido desechar los más antiguos, para los que las bacterias patógenas ya han adquirido resistencia. Pero es una carrera contra la evolución que difícilmente se puede ganar, lo máximo que se puede lograr es tiempo para el desarrollo de nuevas formas de luchar contra las bacterias infecciosas. La última estimación indica que en torno a 1,2 millones de personas en el mundo murieron, en el año 2019, debido a la resistencia a antibióticos. Y todo parece indicar que esa cifra aumentará.

Los antidepresivos entran en la ecuación

Hasta ahora, y por todo lo expuesto, la aparición de bacterias resistentes a antibióticos se suele atribuir al uso y, sobre todo, al abuso de antibióticos. Pero hay otras causas posibles, además de la presión ambiental.

Este es el planteamiento desde el que partió un grupo de investigación del Centro Australiano de Biotecnología del Agua y del Medioambiente de la Universidad de Queensland en Birsbane, en Australia. Y es que, si bien los antibióticos son el principal impulsor de dicha resistencia, no se está contemplando que la cuota de mercado de los antibióticos representa solo el 5 % de los fármacos. El investigador Yue Wang y sus colaboradores de la Universidad de Queensland se preguntaron qué papel podrían tener otros fármacos en este problema.

Los antidepresivos tienen una cuota de mercado similar a los antibióticos, y creciente. - Kleferpix / iStock

Una familia de medicamentos con una cuota de mercado similar a los antibióticos es la de los antidepresivos. De hecho, mientras disminuye paulatinamente el consumo de antibióticos y se administran de forma más controlada, el consumo de antidepresivos va en aumento.

El estudio, que salió recientemente publicado en la prestigiosa revista Proceedings for the National Academy of Sciences, ha probado que los antidepresivos, administrados a concentraciones de uso clínico, e incluso en períodos cortos de exposición, inducen de forma relevante la resistencia a múltiples antibióticos.

Este vínculo entre fármacos no antibióticos y cambios en el metabolismo de las bacterias puede no reducirse solo a los antidepresivos. Otros fármacos tal vez están acelerando, también, estos efectos. Son necesarios muchos más estudios para comprender realmente cuáles son los impactos de estos casos.

No obstante, los investigadores advierten, en una entrevista para Nature, que, si bien este descubrimiento supone una preocupación que no debe pasarse por alto, no significa que los pacientes con un tratamiento de antidepresivos deban abandonarlo. «Si tienes depresión, debes tratarte de la mejor manera posible; dejemos las bacterias en segundo lugar», recomendó Jianhua Guo, investigador principal y uno de los autores del estudio.

Referencias:

  • Drew, L. 2023. How antidepressants help bacteria resist antibiotics. Nature. DOI: 10.1038/d41586-023-00186-y
  • Wang, Y. et al. 2023. Antidepressants can induce mutation and enhance persistence toward multiple antibiotics. Proceedings of the National Academy of Sciences, 120(5), e2208344120. DOI: 10.1073/pnas.2208344120

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